Para muchos deudores, el embargo es una de las palabras más temidas dentro de un juicio de cobranza. Suena a pérdida inmediata por los bienes embargados y a desalojo de objetos personales para pagar la deuda.
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Sin embargo, la realidad del proceso es distinta. Y entenderla puede reducir la ansiedad y entregar herramientas para actuar a tiempo.
¿Cómo es el proceso de esta operación?
Cuando un tribunal ordena un embargo, los bienes no se retiran de inmediato. La medida funciona como una advertencia judicial.
Los objetos quedan registrados y pasan a estar bajo custodia legal. Pueden permanecer en la casa del deudor o ser administrados por un depositario designado por el tribunal. Lo importante es que ya no pueden venderse ni cambiarse de lugar sin autorización.
El embargo es una forma de asegurar que la deuda pueda cobrarse más adelante.
Durante esta etapa todavía existen alternativas para evitar que los bienes lleguen a un remate.
- El deudor puede pagar.
- Puede negociar.
- Puede oponer defensas dentro del juicio.
- Incluso puede iniciar un procedimiento de insolvencia, lo que suspende las ejecuciones.
Nada está completamente perdido en el momento en que se traba el embargo.
¿Qué pasa si ya tienen los bienes embargados?
Pero si no hay acuerdo ni pago, el proceso avanza hacia la venta forzada.
El tribunal ordena un remate público. Un martillero subasta los bienes al mejor postor. Con el dinero obtenido se pagan primero los gastos del juicio, luego se paga la deuda al acreedor. Si queda un excedente, se devuelve al deudor (aunque no suele ocurrir, la ley contempla esa posibilidad).
No todos los bienes están en riesgo, pues existen artículos inembargables. Son objetos esenciales: herramientas para trabajar, ropa, cama, elementos básicos del hogar. Es una protección mínima para que ningún proceso deje a una persona sin lo indispensable.
Nuestro equipo de especialistas puede ayudarte a revisar tu caso y encontrar la mejor estrategia para que recuperes tu tranquilidad.
